lunes, 18 de septiembre de 2017

Los hypes se quedaron sin premio, oh, sí

Lo confieso. No he visto "Handmaid's tale". Me he leído el libro, y precisamente porque lo he leído estaba esperando a que se me olvidara un poco para ver la serie. Debe ser buena porque ha dejado sin premios a los dos hypes de la temporada: "Feud" y "Stranger things". 

¿Y qué es hype? Dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul... Hype podría traducirse como expectativas, ruido, publicidad...  El término viene de hyperbole y eso implica que tarde o temprano la burbuja estalla y aquello de lo que todo el mundo hablaba resulta que no era para tanto. "Stranger things" fue la serie revelación del año pasado, la que levantaba pasiones. Yo me la vi enterita, por si en algún momento comprendía el porqué de tanta pasión. Me encontré con una serie infantiloide (que no infantil), con tantos homenajes a las películas de los 80 que aquello parecía más bien un copia y pega de tramas que ya había visto antes. Lo mejor, la niña protagonista: Millie Bobby Brown:

Millie, la primera de la izquierda, es una chica muy apañada y aprovechó el vestido de una función de "El lago de los cisnes"

Otra niña-actriz a la que vemos crecer de entrega de premios en entrega de premios en Kiernan Shipka (Mad men) que iba vestida de diosa griega en la próxima entrega de "300". Aunque la que mejor lució los metros de tul fue Thandie Newton (Westworld).

"Feud" ha sido el hype de este año. Jessica Lange y Susan Sarandon haciendo televisión. Interpretando a Joan Crawford y Bette Davis. Una serie de Ryan Murphy (el hombre detrás de Nip/Tuck, American Horror Story, Glee... supongo que, como Leonardo Da Vinci, duerme poco). Normal que hubiera expectativas. Pero Feud es el cartón piedra hecho serie. La sección de testimonios de "La hora chanante" pero con el presupuesto necesario para construir una autopista. Es imposible meterse dentro de una serie donde todo es maquillaje y actores famosos imitando a otros actores famosos. Imagino que en cualquier momento Jessica Lange se va a quitar la máscara y bajo ella va a estar Joaquín Reyes. Eso sí, en la alfombra roja, Lange y Sarandon iban como lo que ellas son: dos señoras estupendas.

Envejecer es una putada. Y envejecer en Hollywood, más aún. En las alfombras rojas se ven a más menores de edad que a mayores de 55 años. Así que los maduros hacen lo que sea para quitarse unos añitos de encima. Y Jane Fonda lo hizo todo. El flequillo, que tapa las arrugas de la frente, hecho. Coleta alta que queda tope juvenil, hecho. Un color vivo y vital, como rosa chicle, hecho. Y, por supuesto, botox, botox como si no hubiera un mañana:

Ariel Winter (Modern family), sin embargo, está deseado dejar de hacer los papeles de adolescente que le tocan. Ella quiere pasar a la siguiente fase, a la de interpretar a mujeres adultas. Por eso se vistió de señora recientemente divorciada que sale a quemar la noche y a ligar como sea. Tampoco Debra Messing (salía en "Will y Grace" hace decenios, ¿qué hace ahora? Ni idea) acertó con un vestido que seguro que vale un riñón pero que parece hecho con tela barata de disfraz.

Envejecer es una putada... a no ser, claro, que seas Michelle Pfeiffer:

No voy a usar ese refrán tan triste de "quien tuvo, retuvo", porque en el caso de Michelle Pfeiffer ella tiene. En presente. Fue la más elegante de la noche con permiso de Gillian Anderson y Evan Rachel Wood.

También iban elegantes, aunque enseñando un poco más de carne, Yvonne Strahovski (the handmaid's tale) y Shailene Woodley (Big little lies). Se pasaron la noche andando muy rectas y aguantando las ganas de estornudar porque en Hollywood puedes enseñarlo todo, menos el pezón. El pezón, siempre tapado:

Shailene se tiñó el pelo esa tarde, en el baño de su casa, con el tono 3 de Loreal. También se peinó ella misma.

Por supuesto, no podía faltar Heidi Klum. Hay dos cosas en la vida que a ella le entusiasman: un fiestón y un buen escotazo. Completó su look con unas pulseras y unos pendientes que compró en un mercadillo durante sus vacaciones en la Riviera Maya.

¿Y ellos? ¿Qué pasa con los actores? Pues que la alfombra roja masculina es un auténtico muermo. Todos uniformados en blanco y negro. Las opciones se reducen a: parecer un camarero, como el bello Joel Kinnaman; arriesgar con algo de color, como Titus Burgess (Unbreakable Kimmy Schmidt); o llevarte a tu rubísimo hijo, que combina con todo, como hizo Liev Schreiber.

Un aplauso por Titus.

Big little lies y Handmaid's tale se lo llevaron todo en las categorías dramáticas, excepto el justísimo premio a mejor guión para Black Mirror. En comedia la cosa estuvo más repartida entre Veep (mejor serie y mejor actriz para Julia Louis Dreyfuss), Atlanta (mejor actor y dirección), Master of None (mejor guión). Me apenó que los actores secundarios de Veep se quedaran sin premio porque si hay algo que me fascina en esta serie, aparte de que consigue mejorar de temporada en temporada, es que tiene un plantel perfecto. Así, con todas las letras. P-e-r-f-e-c-t-o.

Entre ese plantel de actorazos está la niña de "Mi chica", ¿os acordáis de "mi chica"? Pues Anna Chlumsky ha crecido...:

 ...y se ha envuelto en papel Albal.

También envuelta en papel de aluminio, y además con mangas abullonadas, iba Sarah Paulson (American horror story).

Y vosotros, ¿cuáles creéis que han sido los hypes de la temporada?, ¿habéis visto "handmaid's tale"?, ¿es Michelle Pfeiffer de este mundo?, ¿por qué llevaba el bello Alexander Skarsgard ese bigote tan de ministro franquista?


martes, 5 de septiembre de 2017

La vuelta al Perú en 21 días

He vuelto y tengo una excusa estupenda que justifica que no haya actualizado en tanto tiempo. Sí, lo habéis deducido correctamente: he estado en Perú. La que os espera... De los creadores de "yo he estado en Japón" llega... "yo he estado en Perú". Y comienzo la que será una saga de posts que ríete tú de la saga de Fast&Furious (¿cuántas películas llevan?, ¿siete?, ¿ocho? Creo que hasta Vin Diesel ha dejado de contar).

Como todos los lectores de éste vuestro blog sois gente viajada y cultivada, sabréis que el mejor amigo del turista (con permiso de Trip Advisor, no siempre a mano cuando no tienes datos y necesitas wifi) es la Lonely Planet. De tanto consultarla he llegado a una conclusión:  sus redactores antes trabajaron como guionistas de "Noche de fiesta" o bien en la redacción de "Hola". Cómo les gusta un adjetivo... todo es sensacional, único, monumental, fastuoso, encantador, pintoresco, arrebatador. Es leerlo y oír mentalmente la voz de José Luis Moreno dando paso a David Civera o Jaimito Borromeo. Pero ni Lonely Planet es infalible, ni todo en Perú es mágico y sublime. Aquí va un resumen de mi vuelta al Perú en 21 días:


Día 1, llegada a Lima tras un eterno vuelo de Plus Ultra. Y aquí mi primer consejo: Plus Ultra, caca. Azafatas que te miran con odio, un retraso de varias horas y, lo que es peor, una pantalla que emite solo cinco películas, todas a la vez, en un bucle que sólo se reinicia cuando acaba la última... que además resultó ser "Titanic".

Día 2, autobús de Cruz del Sur (viva Cruz del Sur: mantita, almohada, ¡y películas para elegir en pantalla individual!) a Paracas. Una vez allí, excursión en barco para ver a las focas los lobos marinos, pájaros varios y cuatro o cinco pingüinos despistados. Si no sois como yo, es decir, gente que ve documentales de animales y cambia de canal cuando el guepardo se va a comer a la gacela, quizá sea una etapa del viaje que queráis saltaros. Por la tarde, nuestra primera ruina inca: Tambo Colorado. Después dormimos en Ica, en un hostal estupendo con nombre de segunda parte de película que nadie ha visto: Ica Adventures 2.

Día 3, paseo por Ica, una ciudad a medias por culpa del terremoto del 2007. Aún hay edificios pendientes de remodelarse. Comemos en el mercado, cosa que haremos en un par de ciudades más, siempre menús buenos, baratos y abundantes. Por la tarde, al cercano oasis de Huacachina, y hacemos el cafre por las dunas. Esa misma noche viajamos a Nazca.

 
 Pocas cosas más fotogénicas que el desierto. Michael Fassbender, quizá...

Día 4, por la mañana tomamos una avioneta para ver las líneas de Nazca. En la avioneta somos 6 personas y nos mareamos 4. Mi consejo: que le den a las líneas de Nazca, ¿las queréis ver? Pues aquí las tenéis. Esa noche viajamos con Movilbus (no hay color con Cruz del Sur, pero yo me dormí como un leño) a Arequipa.

Día 5, ya en Arequipa, visitamos el museo santuarios andinos, más conocido como "donde la momia Juanita". Juanita fue una chica de unos 13 o 14 años sacrificada en el siglo XV en una ceremonia religiosa inca en la cima del monte Ampato. Imaginad a la pobre Juanita subiendo esa montaña en sandalias, con un frío pelón. Me la imagino suplicando al sacerdote si no podía al menos librarse de la caminata y que la subieran ya sacrificada de casa... Además de este interesantísimo museo, en Arequipa está el precioso (y enorme) convento de Santa Catalina, una espaciosa y acogedora plaza de Armas y un queso helado delicioso. Sí, lo sé, ahora parezco la Lonely Planet...

Día 6, excursión a la reserva de Salinas y Aguada Blanca, a unas horas de Arequipa. No quisimos madrugar para ir al valle del Colca (¡había que levantarse a las 3 de la mañana!). Ahora, desde el sofá de mi casa, me arrepiento, porque la Aguada, pese a su paisaje marciano y a los rebaños de llamas tampoco merecía la pena. Anda que no vimos alpacas y llamas en el viaje... Esa misma noche tomamos otro autobús nocturno rumbo a Puno.

Día 7, excursión desde Puno al lago Titicaca, a las islas de Uros y Taquile. El lago está a 4.000 metros de altitud y notamos el mal de altura, y eso que llevábamos tomando hojas de coca, té de coca y caramelos de coca desde Ica... Viaje nocturno en autobús a Cuzco.

Día 8, paseamos por la bella Cuzco: que si la plaza de Armas, que si palacios varios con sus balconcitos rollo "Romeo, Romeo" o rollo "Rapunzel, Rapunzel, tírame la trenza", que si iglesias barrocas llenas de volutas y dorados... Nos alojamos en el hostal-albergue Milhouse, muy céntrico y con desayuno copioso.

Día 9, tren a Aguascalientes, la última ciudad antes de Machu Picchu. Es la Andorra de Perú. Todo hoteles, hostales y restaurantes que ofrecen la misma comida y el mismo pisco sour de grifo "de cortesía", es decir, gratis. Pero pasar noche en Aguascalientes es la mejor manera de prepararse para la gymkana que nos esperaba al día siguiente.

Día 10. Machu Picchu. Nos levantamos a las 04.30 porque nos avisaron de que habría cola para tomar el autobús a Machu Pichu. Hacemos dos horas de cola mientras llueve a mares. Hacemos otra cola para acceder a Machu Picchu.

 ¿Refugiados en la frontera de Grecia con Turquía? No. Turistas en la cola de acceso a Machu Picchu.

Sigue lloviendo. Los mosquitos se ceban conmigo. Y aún así, pese a todo, Machu Picchu está a la altura de su fama y de la retahíla de adjetivos que le dedica Lonely Planet. Esa tarde tomamos un tren con destino a Ollantaytambo.

Día 11. Ruinas incas de Ollantaytambo. Un taxista muy majo, que nos enseñó algunas palabras en quechua y todo, Eduardo, nos lleva a otros puntos del Valle Sagrado: los bancales incas de Moray, las salinas de Maras, Chinchero (con más bancales y una iglesia pequeñita y desvencijada, pero de las más curiosas que vimos en todo el viaje) y luego nos deja en Cuzco. Dormimos en un airbnb situado a unos 20 minutos del centro y echamos mucho de menos el Milhouse.

Días 12, 13, 14 en Cuzco. Qué gusto dejar de coger autobuses compulsivamente... En estos días vemos los alrededores de Cuzco, repletitos de yacimientos y ruinas diversas. A saber: Pisac, que nos decepcionó porque parte del recinto estaba cerrado al público y lo más espectacular eran los bancales y mira, visto un bancal, vistos todos; las fortalezas de Sacsayhuaman y Puka Pukara; las fuentes de Tambomachay... En Cuzco visitamos varios museos, los mejores: el que hay en el interior del convento de Qoricancha y el museo de arte precolombino.

Día 15, volamos al norte, a Chiclayo, la Badajoz de Perú. Fea como ella sola. Hasta en la agencia de viajes dudaron antes de recomendarnos ir a algún sitio y acabaron sugiriendo un parque. No hicimos caso y fuimos al mercado donde descubrimos pasillos enteros con puestos tan locos como éste:

Ovarina para las "enfermedades de la mujer",  Prostasán para la próstata, jarabe, remedios contra la tos, la gastritis... unas maracas, un gato de la suerte...

Pero si hay algo recomendable en Chiclayo es el restaurante "el pescador". Es feo, está en medio de una calle larga y sin ningún interés. Por no tener, no tiene ni letrero en su entrada. Pero ofrece gigantescas fuentes de ceviche con unos chicharrones de pescado de llorar. Y qué arroz...

Día 16, excursión a Huaca Rajada. Visitamos tanto las tumbas del señor de Sipán como varios museos y descubrimos que los mochicas (habitaron en el norte de Perú entre los siglos I-VIII después de Cristo) nos gustan mucho más que los incas. Su vestuario es sencillísimo y su cerámica espectacular, hasta hacían retratos personalizados:

Con un seis y un cuatro, hago tu cara y tu huaco retrato. 

Volvemos a la costumbre de dormir en el autobús y así viajamos hasta Chachapoyas.

Día 17, excursión a los sarcófagos de Karajía y una cueva con estalactitas y estalacmitas que los tour operadores incluyen en el paquete para que la excursión dure un día entero. Quizá la cascada de Gocta, también en las inmediaciones de Chachapoyas, hubiera merecido más la pena.

Día 18, excursión Kuélap, según la Lonely Planet, el segundo Machu Picchu. Y mira, no. Es menos espectacular y no tiene ni llamas ni alpacas paciendo por ahí. Aún así, es muy interesante y aprendemos algo de otra cultura precolombina: los chachapoyas, anteriores a los incas y conquistados por estos en el siglo XV. Por la noche, autobús nocturno destino Trujillo.

Día 19, visitamos las huacas del Sol y de la Luna, de nuestros amigos los mochicas, el museo Moche (pequeñito y simpático, aunque prescindible) y la fortaleza Chan-Chán, que no era ni de los mochicas ni de los incas o los chachapoyas... sino de los chimúes, otro pueblo precolombino del que ya hablaremos con más tranquilidad en otro post. Por la tarde vamos a un pueblo costero cercano a Trujillo: Huanchaco. Dormimos en un hotelito céntrico, Presidente, cuyo dueño, Don Manuel, fue guía turístico y aprovecha cada vez que nos ve para contarnos cosas de los mochicas, de Almagro, de Pizarro, de Alvarado y de más gente que no recuerdo porque a los diez minutos de charla ya desconectaba.

Día 20, vamos a la huaca Arco Iris, modesta en comparación con la de la luna, pero donde vivimos una experiencia místico-surreal de la que ya hablaré próximamente. Por la tarde paseamos por Trujillo con sus palacios coloniales con celosías, sus iglesias barrocas y, por supuesto, su Plaza de Armas. Autobús nocturno de Excluciva (no hubo compañía de autobús que no probáramos) a Lima.

Día 21, paseo por el centro de Lima (adivinad... ¡sí, la plaza de Armas!, ¡palacios coloniales!, ¡iglesias!) y por la tarde compra compulsiva de artesanía en el inmenso mercado indio de Miraflores. Pasamos la noche en el hostal Santa Rosa, céntrico, cómodo y con una dueña hiper encantadora que repartió muffins de quinoa y chocolate en el desayuno para celebrar el día de Santa Rosa de Lima.

Día 22, procesión de Santa Rosa de Lima por el centro, vemos las alfombras de flores y, corriendo, tomamos un taxi al barrio de Barranco, un cruce entre Malasaña y el Borne. Nos comemos un rico ceviche en Canta Rana, un restaurante recomendado por Lonely Planet (aún así, el mejor ceviche fue el de Chiclayo) y esa tarde tomamos el avión de vuelta.

Y vosotros, ¿dónde habéis pasado el verano?, ¿estáis preparados para la horda de posts sobre Perú que se os viene encima?