lunes, 28 de abril de 2014

La madre que te parió

El primer domingo de mayo es el Día de la Madre (deprisa, corred, aún estás a tiempo de comprar algo para la madre que os parió). Pero hoy no voy a hablar de nuestras madres, ésas que tienen un sexto sentido para llamarte por teléfono justo cuando vas a entrar al metro o justo ese domingo que tienes resaca. Voy a hablar de esas amigas que, por culpa de las hormonas se transforman en otra cosa. En otra especie. En madres. 

No sé vosotros, pero yo vivo en un perpetuo baby boom. Y digo lo de perpetuo porque ya hablé de las embarazadas hace mucho, mucho tiempo. Y es que esas amigas que estaban embarazadas ya parieron y ya no son chicas, ni jóvenes, ni colegas, ni amigas, ni mujeres. Son madres. Y como tales puede ser clasificadas en alguno de estos 4 grupos:

San Pablo
Como Saulo, se han caído del caballo, han visto la luz y se han convertido. Las madres San Pablo tienen un pasado macarra. Han hecho cosas como tener dos novios a la vez, sufrir comas etílicos, ser expulsadas de la Gran Bretaña por robar en el Sainsbury's o enrollarse con desconocidos en sitios incómodos tipo baños de bares de Malasaña, capós de Seats Panda o parques públicos... Pero ahora y por obra y gracia de 9 meses de invasión hormonal, estas reinas del jolgorio se han transformado en señoronas. Son madres de disciplina férrea, visten a sus hijos como si fueran invitados a la Primera Comunión de Carmencita Bordiú, leen el Telva y llevarán a sus hijos a un centro privado, preferiblemente del Opus.


La reconocerás porque... visten siempre como si fueran a misa de domingo. Chaquetitas de punto, collares de perlas y bailarinas.

Madres del Mesías
A ellas no ha sido tanto el embarazo lo que las ha transformado, sino su hijo. Como si vivieran en la isla de "El Lago Azul" y no hubiesen visto nunca a una criatura, estas madres están fascinadas con cosas tan obvias como que el bebé aprenda a hablar y tenga cinco dedos en cada mano. Estas madres ven en eso que a ellas (y a media humanidad) les ha pasado una señal metafísica. Su hijo es especial, ríe más que ninguno, crece más que ninguno, ha empezado a andar antes que cualquier otra criatura. No es listo, ni espabilado, no, él es sabio. Es el Mesías.

Las reconocerás porque... son ésas que no riñen al niño que está montándola en el pasillo del súper. Y si alguien insinúa que se está portando mal, se ofende, porque su hijo no se porta mal, es "libre" y "espontáneo".

Bipolar
El grupo más numeroso de madres. Está formado por aquellas que cuando están cuidando de sus bebés echan de menos trabajar. Cuando trabajan echan de menos la intimidad con su pareja. Cuando están a solas con sus parejas echan de menos salir por ahí con las amigas. Cuando están con las amigas de farra echan de menos a sus bebés. Y así todo el rato.

Las reconocerás porque...  llevan unos bolsos enormes llenos de cosas: un chupete, un juguete, pañales, biberón, la cartera, el móvil, un peluche de Bob Esponja, kleenex, toallitas húmedas... pero, ¡mierda! no están las llaves de casa.

Liga de la leche
Lo vintage está de moda, también en el mundo materno-filial. Y por eso ahora hay madres que quieren volver a antiguas tradiciones como parir con dolor o dar el pecho a su hijo hasta que sus tetas sean como las de una mujer en un poblado africano:


Estas madres piensan que los 6 años de medicina más el MIR, más 4 años de especialización no convierten en experto a su ginecólogo. Ellas, que han leído muchos libros y han hablado con otras madres, prefieren tener a su hijo en casa, con ayuda de una matrona. Y luego nada de biberones, ni pañales, ni leche en polvo. Teta. Que en el siglo XIX se vivía mucho mejor.

Las reconocerás porque... son ésas que tienen la teta fuera. Dan el pecho tan a menudo que a veces se lo dejan ahí, al aire, y ni se enteran.

Miranda Kerr
El grupo menos numeroso de madres. Casi todas están en Hollywood. Son aquellas capaces de perder los (poquísimos) kilos que ganaron durante el embarazo en el mismo instante en el que salen del paritorio y posan con su bebé y un vestido monísimo ante la prensa. Jamás verás un lamparón de potito, caca o vómito en el street style de estas madres.

Las reconocerás porque... son las que salen en el Cuore.

Y vosotros, ¿qué tipos de madres conocéis en vuestro entorno?, ¿me he dejado alguna?

lunes, 21 de abril de 2014

Reinas del melodrama. Hoy: Mia Farrow


Hay vidas que se asemejan más a un culebrón venezolano. Tienen más drama y más conflicto que "Santa Bárbara". Es el caso de la vida de Mia Farrow. Todo el mundo conoce la historia de su relación con Woody Allen y ese pedazo de punto de giro que fue el día en que Mia se enteró de que su pareja desde hacía diez años estaba enrollado con su hija adoptiva. Si no conocéis la historia, aquí los detalles.

Pero si Mia Farrow inaugura esta nueva sección dedicada a las grandes reinas del melodrama de nuestros tiempos es por algo más que un solo escándalo.

Con 19 años, cara de pajarillo asustado y ningún novio anterior, Mia Farrow conoce a Frank Sinatra, que entonces ya era una estrella, millonario, mujeriego, ex marido de Ava Gardner y a punto de cumplir los 50 años. Pese a que tenían menos en común que Kiko Rivera y Rostropovich, se casan. Ava Gardner, al enterarse, y antes de servirse su quinto whisky, dice que siempre supo que "Frankie acabaría con un muchachito":


Mia Farrow ya era una actriz que hacía televisión en aquellos días. Su matrimonio la lanza a las portadas que se rinden ante la chica tan frágil y a la vez tan cool. Era la época de Twiggy y Mia Farrow fue la Jennifer Lawrence de los 60. Sinatra quería que ella coprotagonizara su próxima película, pero a la estrella emergente le ofrecen protagonizar "La semilla del diablo". Mia, frágil pero no tonta, acepta la película de Polanski y eso sienta como un tiro a Sinatra. Amenaza con separarse de ella, Mia piensa que exagera. Pero no. En pleno rodaje de "La semilla del diablo", a Mia Farrow que ya tenía que vérselas con Roman Polanski, se enfrenta a firmar los papeles de su divorcio. Lo hace. Y Polanski usa el sufrimiento de Mia para dar más veracidad a su papel. La película se convierte en un clásico.

Cualquier otra persona con menos afición por el melodrama hubiera cortado de raíz la relación con Sinatra. No es el caso de Mia Farrow. Siguió viendo a Sinatra durante años, Mia incluso ha insinuado que el único hijo biológico que tuvo con Woody Allen, Ronan, podría ser en realidad hijo de Sinatra. Ronan, un cerebrito que fue a la universidad a los 11 años, ha esquivado la polémica con este comentario en twitter: "una cosa está clara, todos somos posibles hijos de Frank Sinatra".

Ronan Farrow es calcado a su madre. Podría tener un aire a Sinatra. A quien no se parece ni por el forro es a Woody Allen.

Después de Sinatra, la angelical Mia protagoniza otro escándalo. Empieza una relación con el músico André Previn, casado. Él se divorcia, se casan y, juntos, empieza a adoptar niños compulsivamente. Después de su matrimonio de ocho años con Previn vendría la relación con Woody Allen y el drama de Soon-Yi. Pero mi momento melodramático preferido en la agitada vida de Farrow no es ése en que descubre las fotos de la hija adoptada medio desnuda. Ni cuando sigue adoptando niños de colores distintos. Ni cuando acusa a Woody Allen de abusar de otra de sus hijas. Mi drama favorito es éste:

Después de sobrevivir a la polio y a la muerte de uno de sus 6 hermanos, Mia sufre más que Jeanette Rodríguez en toda su filmografía de telenovelas. Una noche de 1962, está sola en su casa de Nueva York cuando escucha el teléfono. Presiente que es su padre quien llama y decide no contestar. Así evita inventar excusas que justifiquen la ausencia de su madre. Su progenitora, que encarnó a Jane en las cintas de Tarzán de los años 30, había salido con un director. Mia, que entonces tenía 16 años, intuía que una actriz "saliendo" con un director podían ser muchas cosas. Así, Mia se pasó horas escuchando como sonaba el teléfono. Al día siguiente, se enteró que su padre había muerto la noche anterior con el teléfono en la mano.

Está claro que a Mia Farrow la tragedia la persigue desde que era una cría.

Y vosotros, ¿tenéis alguna reina del melodrama de la que queráis que hablemos por aquí?

"La leonera" ha ganado su primer premio, en el certamen Café Kino, en Madrid. El corto se proyectará allí durante todo el mes de mayo, antes de las películas que se programan.

martes, 1 de abril de 2014

Psicología felina (volumen I)

Existen las dos Españas de las que hablaba Machado.

Y es que se debe elegir entre Cola cao o Nesquick.
Entre Pepsi y Coca Cola.
Entre café o té.
Y entre gato o perro:
Las dos Españas se dividen entre los que prefieren gato y los que prefieren perro.

Aquellos que pertenecemos al grupo de fans de los gatos somos, definitivamente, el grupo menos popular. Tenemos a la industria audiovisual en contra, con todas esas películas de Disney con gatos malvados que persiguen a adorables ratoncitos (señores de Disney, ¿desde cuándo un ratón es adorable?, ¿DESDE CUÁNDO?). Tenemos al poderoso lobby de los amantes de los perros empeñados en decir que los suyos son más leales y más cariñosos y son lazarillos y encuentran droga en los aeropuertos y todas esas cosas tan útiles. Y tenemos a los tópicos en contra, diciendo que los gatos son maliciosos, ariscos y presuntuosos. Desmontemos mitos:

Los gatos son inteligentísimos.
Falso. Los gatos parecen inteligentes porque son muy elegantes. Pero no. Son como Nati Abascal. En cuanto pasas un rato con ellos te das cuenta de que todo es fachada. Los gatos son vagos, torpes, dormilones y no especialmente brillantes. Se resbalan contra la pared que han visto todos los días de su vida cuando se emocionan y corretean por el pasillo. Se piensan que tu pie moviéndose bajo el edredón de la cama es un ser misterioso al que deben cazar. Y ni siquiera reconocen su imagen en el espejo. Desde luego, serían incapaces de encontrar droga oculta en ninguna maleta, al estilo de un perro policía. En todo caso serían capaces de localizar un paquete de jamón york, para comérselo.

Los gatos son bipolares.
Verdadero. Un gato duerme. Duerme. Duerme. Abre un ojo. Cambia de postura. Duerme. Duerme. Y de repente se despierta, se despereza, y empieza a correr por la casa como si hubiera caído en la cuenta de que tenía que pagar el gas y le va a cerrar el banco. O está en el sofá hecho una ensaimada y haciendo el vago cuando, de repente, ve una sombra que le parece sospechosísima y la ataca, cuando es una sombra y nada más que una sombra (leer punto número 1).


Los gatos son cazadores y depredadores
Falso. Eran cazadores y depredadores. Ahora, como casi todos los hombres mayores de 30 años de nuestra generación, son niños grandes. Acostumbrados a la calefacción central,  a la comida que aparece mágicamente en su platito sin necesidad de cazar y a los mimos indiscriminados, los gatos se han olvidado de su instinto. Os aseguro que yo cazo moscardones con más eficacia que mi gato.

Los gatos no quieren a nadie
Falso. Mi gato me adora. A mí y a la tabla que está encima del radiador cuando está caliente, y al sofá. Nos quiere a los tres muchísimo. Lo que pasa es que su manera de querer no es la de un perro. Si un perro fuera humano lo denunciaríamos a la policía por acosador. Sería peor que Glen Close en "Atracción fatal" porque, ¿es sana una relación tan dependiente en la que uno de los dos miembros de la pareja se mea de la alegría cuando vuelves a casa? Eso no puede ser bueno. Mientras que el gato, como mucho, se despierta de su siesta y va a recibirte al pasillo.

PD: en realidad lo de las dos Españas no es tan radical. Yo soy una talibán del café. Prefiero la Coca Cola a la Pepsi y los gatos a los perros, pero entre el Cola Cao y el Nesquick, tengo el corazón dividido, ¿y vosotros? ¿a cuál de las dos Españas pertenecéis?