miércoles, 28 de mayo de 2008

Nuestros primos los primates

Estaba yo el otro día leyendo un libro de más de 600 páginas. Llevaba unas 40 y tenía esa sensación de "yo esto ya lo he vivido antes". Y no porque recordara que ya había leído el libro, sino porque la historia, el tono y también la longitud, eran igualitas a una novela que leí el año pasado. Así que como soy incapaz de dejar a medias un libro, incluso si no me gusta, decidí leer otro a la vez. Este año todo el mundo se puso de acuerdo para regalarme libros en mi cumpleaños y tengo toda una pila esperándome, así que podía escoger. Elegí "El dios de la risa oscura" de Michael Chabon, poco más de 40 páginas y con dibujos y todo.

No puedo ni quiero hablar del cuento porque es mucho mejor que os lo compréis y os lo leáis. Es una edición muy cuidada, con ilustraciones de Adriá Fruitós. Es original, conmovedor y está bien escrito. En definitiva, lo tiene todo. En un momento dado el fiscal protagonista de la historia se encuentra con un mono, que piensa podría ser testigo del crimen que investiga:

El animal levantó la vista hacia mí, con los ojos iluminados por esa pena luminosa y sagaz que les otorga a las caras de los simios y los mandriles un aire de reproche propio de primos, como si los humanos hubiéramos traicionado los principios de nuestra especie.

Los que tenemos mascotas vivimos muy de cerca el parecido entre animales y humanos. Pero está a la vista de cualquier espectador de documentales que los monos son nuestro primos lejanos.

Orangután abrumado, quizá porque es mileurista y no llega a fin de mes.
De todos los primates, mis favoritos son los orangutanes. Y todo desde que en el viaje de fin de curso de octavo de EGB fuimos al zoo de Barcelona. Nos dijeron que el orangután aplaudía y allí que fuimos. Pero el orangután no tenía ganas de hacer el mono (tarde o temprano iba a salir este chiste malo) y se dedicó a extendernos la mano, como pidiendo algo por su actuación. Mis amigas y yo nos pusimos chulas y también extendimos la mano. Entonces el orangután se giró. Buscó, y nos lanzó un palito. Muy agradecidas, nosotras también buscamos por ahí y le tiramos otro palito. Ahí acabó nuestra amistad y empezó mi simpatía por los orangutanes.

Sin embargo ellos no son los primates más listos. Quienes se llevan la palma son los chimpancés. Fijaos en la cara de éste, que parece estar pensando una jugada de ajedrez:


Pero es que este chimpancé en concreto, que tiene este aire de anciano venerable, al estilo de Morgan Freeman o Héctor Alterio, resulta que sí es listo de verdad. Se llamaba Washoe y es el primer chimpancé (la primera, es hembra) en aprender un sistema de comunicación de signos. Murió el año pasado y usaba ese sistema de signos para comunicarse con sus cuidadores. Aquí encontraréis detallada una anécdota tierna y blandita como el bimbo que no tiene corteza. En ella se cuenta lo mucho que Washoe echó de menos a una de sus cuidadoras, que estaba embarazada y un buen día dejó de ir. Cuando la cuidadora volvió, Washoe usó los signos para preguntar el porqué de su ausencia. La cuidadora dijo que el motivo fue que perdió el niño que esperaba, y Washoe le dijo por signos "por favor persona abraza". Washoe había sufrido ya dos abortos y empatizaba con el drama de su cuidadora.

Sin embargo, todo este estudio de las posibilidades de comunicación de los chimpancés a través del lenguaje de los signos debe tomarse con cautela. Según esta página muchos de ellos pecan de poco rigor, por ejemplo: los animales hacen gestos de modo natural y esos gestos muchas veces se parecen a signos de la lengua de signos. De todos modos, y aunque haya que tomarse con mucha cautela la capacidad de un chimpancé para aprender un lenguaje complejo, yo no dudo de la anécdota de la cuidadora embarazada. Los animales carecerán de capacidad de abstracción y no podrán asimilar un lenguaje complejo, pero sí sienten: empatía como Washoe o soledad y miedo como mi gato cuando me voy de vacaciones, así que cuando vuelvo me sigue a todas partes, ronronea y me roza para que yo le acaricie como diciéndome "menos mal que has vuelto, pensé que me iba a quedar solo para siempre".

Esta foto tan preciosisísísísíma pertenece al catálogo histórico del zoo de Londres.
Pero dejemos de lado a los primates y volvemos a nuestros habituales "Bichos raros", que forman parte del circuito SGAE en corto y va a ser proyectado junto a tres cortometrajes más (recomiendo especialmente "Sálvame", de Javier Veiga) en estas ciudades:
30 de mayo a las 20h en la sala SGAE de Santiago de Compostela
10 de junio en el círculo de bellas artes de Madrid
17 de junio en la sala Van Dyck de Salamanca

sábado, 24 de mayo de 2008

Coqueteo, ligoteo, regateo (Marruecos III)

Hay muchas cosas que llaman la atención al turista que viaja a Marruecos: los niños descalzos que aparecen en medio de la nada para pedirte un dirham o un boli; los encantadores de serpientes en medio de la plaza más céntrica de Marrakesch; hombres de negocios con traje occidental que rezan mirando a la Meca en medio de un pasillo en el aeropuerto de Casablanca... Pero más allá del exotismo y de las obvias diferencias religiosas y económicas, hay algo que todo turista que va a Marruecos experimenta y/o sufre en sus carnes: el regateo.

El zoco de la ciudad de Ressani

A muchos les cuesta entender que las cosas no tengan un precio fijo. Están tan acostumbrados a nuestro práctico método de "esto es lo que vale y si quieres te lo llevas y si no te vas" que no caen en la cuenta de lo lógico que es el regateo. Porque, para empezar, eso del precio fijo es una quimera, las cosas valen lo que le habrán costado a cada comerciante y eso depende de multitud de factores. Además, ni siquiera nosotros tenemos un precio fijo, o si no, ¿de qué las rebajas?, ¿las liquidaciones?, ¿los outlet?

Aclarado esto daré una clave esencial para triunfar en el regateo: hay que tomárselo como una conquista amorosa. ¿Cómooooo? ¿Es que es lo mismo entrarle a una chica embutida en un top de lentejuelas en un bar de Huertas a las dos de la mañana mientras suena de fondo Bisbal que intentar comprar una cartera de piel por 30 dirhams a un mercader con bigote y pocos dientes en un zoco mientras suena de fondo la llamada al rezo del muecín? Pues sí. Estos son los puntos en común entre un regateo y un coqueteo:

1. Tomárselo con sentido del humor. Pase lo que pase, tanto el comienzo como el final de un regateo o de un coqueteo debe caracterizarse por el buen rollo. Si el mercader se siente ofendido (o se hace el ofendido) hay que pedirle perdón, echándole tanto teatro como él. Hay que ser doplomático, por ejemplo quedas muy mal si dices que algo no vale su precio porque ofendes al vendedor, estás acusándole de estafador. Pero si comentas con una sonrisa de oreja a oreja que el precio es "para americanos" y tú eres español y te mereces un descuento, entonces probablemente te bajará el precio. Ir de sobrado no ayuda. Lo mismo sucede por las noches en los garitos, la táctica del simpático siempre funcionará antes que la del chulito.

2.Tener muy claro tu objetivo. De nada sirve estar dos horas regateando (y quien dice regatenado dice hablando con un chico con pinta de moderno en un bar de Malasaña) si en el fondo no quieres comprar. El regateo, al igual que el ligoteo, es un arte para gente decidida. Indecisos abstenerse o confiad en el amigo/a lanzado/a.

3. Disfrutar el proceso en sí. Ligar y regatear son juegos, tienen sus reglas propias, sus códigos y sus fases. Así no puedes pretender ni llevarte a la cama a nadie en 5 minutos, ni tampoco cerrar un trato en 5 minutos. Es más, sé de algunos mercaderes que cuando un extranjero ha dicho que sí, que paga 200 dirhams por una cartera de piel el mercader inmediatamente ha dicho "¡190!" ¿Por qué? porque le gusta disfrutar del proceso, sentir que se ha ganado la compra. A la inversa también sucede, es decir, si el chico con pinta de moderno malasañero al final se va del bar sin haberte pedido el teléfono no importa, tú has disfrutado el rato que has estado tonteando con él.

4. Comprobar el material para impedir la estafa. ¿Quién no ha dicho alguna vez "tierra trágame" la mañana siguiente de haberse llevado a casa a alguien que ha conocido en un bar de Alonso Martínez? Por la noche las cosas se ven de otra manera, y en el zoco ocurre igual, te empeñas tanto en querer conseguir la puñetera cartera de piel que luego llegas a casa y te das cuenta de que no es de piel o que está rota. En ambos casos conviene comprobar el material detenidamente ante un buen foco de luz.

Pese a todos estos puntos comunes, regatear es más difícil que ligar por una razón muy simple: el oponente siempre es mejor que tú. Así, dos amigas con las que hice el viaje a Marruecos y yo misma arrasamos en un puesto de carretera que vendía bisutería y antigüedades de los bereberes. Nuria se compró un candil, Marije una ballesta, yo un collar, todo por menos precio del que el mercader ofrecía y, además, conseguimos cada una unos pendientes de regalo. Nos sentíamos satisfechas de nuestras compras, que hasta le hicimos una foto al mercader.




Sin embargo, cuando llegamos al hostal, Nuria descubrió que el tipo le había dado el cambiazo y le había envuelto un candil más viejo y pequeño que el que ella quería comprar.

Si después de leer esto alguien quiere usarme como interlocutora en un regateo o como amiga lanzada en un ligoteo, por favor, no lo hagáis. Yo sólo domino la teoría, la práctica se me da de pena.

domingo, 18 de mayo de 2008

Ciudades

En el mundo (y puede que también en el universo, lo que pasa es que todavía no las hemos descubierto) existen tres tipos de ciudades:

Las ciudades de paso sin retorno.

Las ciudades para vivir.

Las ciudades para repetir.

Las de paso son aquellas a las que sólo has llegado porque están en medio de la ruta a algún lugar más interesante. O porque como son capital de provincia asumes que algo tendrán, pero no es verdad. Son ciudades feas, deprimentes, sin interés y a las que no volverías nunca si no fuera porque las olvidas rápido y es posible que vuelvas a pasar por ahí, vuelvas a darte cuenta de que no tienen nada y decidas que no vas a volver. Mi ciudad de paso a la que espero no volver es Badajoz. Lo siento por si alguien lee esto, es de Badajoz y se siente ofendido pero, chato (o chata), vaya ciudad fea, dejada, sin vida...

Las ciudades para vivir son aquellas que a lo mejor no son especialmente bonitas ni turísticas pero tienen una característica fundamental: son acogedoras. Hay gente que piensa que lo acogedor es el campo, con sus árboles, sus bichitos, su huerto y demás. Otros piensan que lo acogedor es el pueblo, donde todos te conocen, saben quién eres, dónde vives y qué haces. Como ciudad acogedora yo elijo Madrid. Porque nadie es de Madrid, porque puedes ir al cine cuando quieras, porque las tiendas abren al mediodía y porque si me apetece pasear puedo estar andando durante dos horas y sin salirme del pueblo.


Callecita mona en el barrio del Born, en Barcelona.

Por último están las ciudades para repetir. Y aquí elijo tres, porque soy así de viajada y de cosmopolita. Mis tres ciudades para repetir son Roma, Barcelona y Londres. En las dos últimas habré estado unas cuatro o cinco veces. En Barcelona perdí la cuenta.

Roma es especialmente hermosa, es como andar por un museo donde, además, el restaurante tiene un menú muy bueno. Si Roma es bella, el adjetivo para Londres es moderna. Siempre hay espectáculos nuevos, tiendas a la última y gente excéntrica por la calle.

Barcelona está en medio de las dos, ni tan monumental como Roma ni tan cool como Londres pero, desde luego, mucho más bonita y moderna que Madrid. Ya lo dijo Juanjo Sáez en "Vivir del cuento", los modernos de Madrid son un quiero y no puedo, y tenía razón. Por mucho que Gallardón lo intente Lavapiés jamás albergará tantas tiendas de ropa de segunda mano (uy no, quiero decir vintage) como el Raval, ni la Latina tendrá tantos bares de diseño como el Born. Pero eso mismo hace que Madrid resulte más acogedor que Barcelona. Eso, y que en cuatro días que ha durado mi reciente visita a Barcelona yo tenía tan implantado el chip del turista que me robaron el bolso.


Me robaron todo esto, cosa arriba, cosa abajo.

Y vosotros, ¿qué ciudades elegiríais para vivir, para volver una y otra vez o para no volver nunca?

Estaría encantada de agrandar la lista de ciudades. El año pasado pensaba que gracias a los festivales viajaría muchísimo, pero oye, es que sólo nos seleccionan aquellos que no pagan el transporte... Y esos malvados son los siguientes:

Vienna independent shorts, "Bichos raros" se proyecta mañana a las 21:00.

Muestra de cortometrajes El verano más corto, Murcia, nos proyectan el día 21 de mayo a las 21.00.

Trayecto corto, Velilla de San Antonio (Madrid), el día 24 de este mes, a las 18:00.

sábado, 10 de mayo de 2008

Trabajo en equipo

Anoche estaba en casa de una amiga, de charleta tranquila, (cosa que que últimamente hago mucho, porque es muy de treintañeros y ya es hora de asumir la edad que tengo) y vimos una película: "Lo que sé de Lola". Para que os hagáis una idea de la película sin que os la destripe, os diré que pertenece al género de "arte y ensayo". Es decir, de un director que se llama así mismo cineasta, que sigue pensando que lo más moderno que hay en el cine actual es la Nouvelle Vague, y que sólo aguantó un par de semanas en cartel tras su estreno.

Si hubiera visto "Lo que sé de Lola" en mi casa me hubiera quedado dormida alrededor del minuto 30, pero como estaba de visita y en una casa nueva sin muebles, sentada sobre una caja de cartón llena de cedés, aguanté. Mereció la pena porque después de la película llegó lo mejor: la entrevista a su director. Él decía cosas como que no le gusta limitarse a rodar el guión, que él lo que hace es iluminarlo. Le preguntaban por su influencias y respondió que él "dialoga con cieneastas como Bresson o Godard" (no especifica si con el primero usa la ouija para establecer comunicación). Dijo también que nunca hace castings y que elige a los actores tras hablar con ellos un rato, siempre en un bar. En definitiva, el director se ve a sí mismo como un autor.

Yo personalmente pienso que todo el que se dedica a una actividad más o menos artística es autor, ya sea el director (o cineasta, que suena mucho más cool), el intérprete, el músico, el guionista, el montador... No tengo ningún problema con el uso de la palabra autor. Sí con el uso de la palabra "un". Porque hacer una película no es trabajo de sólo una persona. Es más, ni siquiera escribir un libro es trabajo de una sola persona.

Hace unos meses, en el maravilloso blog Fogonazos encontré este post. En él se contaba que el famoso escritor Alessandro Baricco había ido a una biblioteca de un pequeño pueblo en USA para consultar los cuentos originales de Raymond Carver. Por si alguno de vosotros no habéis leído nunca a Carver diré, a modo de resumen, que:

A. escribía cuentos cortos.

B. con un estilo seco, crudo y realista.

C. sin detalles, lo más característico de sus cuentos es, precisamente, lo que no cuenta y deja a la imaginación del lector.

Pues bien, Baricco se encontró con que los cuentos cortos originales son casi el doble de largos y que allí donde muchos acaban con un final abierto y descorazonador, en el que el lector intuye que algo horrible va a suceder, en su versión original siguen y además dando todo tipo de detalles sobre ese supuesto asesinato o violación que antes el lector sólo ha supuesto.

¿Y quién había hecho esa labor de edición y montaje? ¿Quién, de hecho, era el segundo creador de esos cuentos? ¿Quién había sacado de ellos el estilo característico de Carver? Su editor, Gordon Lish.

Cuando leí ese post lo primero que pensé es que era mentira, y que todo formaba parte de algún relato ficticio de Baricco. Me picó la curiosidad y busqué en internet hasta encontrar el texto original de Baricco (original-original no, que está traducido, claro), un artículo de La Repubblica donde explica su aventura.

Queda demostrado que Baricco dice la verdad. Y ahora me pregunto, ¿qué opinaba Carver de todo esto?, ¿le estaba eternamente agradecido a su editor?, ¿sabía que su obra había mejorado gracias a él?, ¿temía que se supiera o le importaba un pito?

La respuesta a todo esto está en este magnífico artículo de The New Yorker. En él se cuenta que Lish había confiado en Carver cuando éste comenzaba a escribir. Carver, que parecía sacado de uno de sus cuentos, llevaba años siendo un alcohólico con la salud mental hecha añicos, que coleccionaba trabajos basura y relaciones tortuosas, era uno de esos personajes de la América profunda, que viven en autocaravanas y beben de botellas de whisky ocultas tras una bolsa de cartón. Carver ponía mucho de sí en su escritura, no sólo contaba su vida en ella, es que también era su última esperanza antes de convertirse en un vagabundo esquizofrénico. La confianza de Lish era un salvavidas para él, y siempre le estuvo agradecido.
Ahora bien, cuando empezó el éxito, Carver también empezó a preocuparse. Estaba sobrio, tenía una nueva esposa, una nueva vida, prestigio, dinero y la autoestima por las nubes, pero todo estaba basado en una mentira porque él sabía que sus cuentos, los originales, no eran los que acaparaban premios. Pero tampoco quería enfrentarse a Lish, a quien consideraba un amigo, un hermano que le había ayudado a salir del infierno. Optó por callarse y toda la verdad no se ha sabido hasta después de la muerte de Carver.
Curiosamente no he encontrado en ninguno de estos artículos entrevista alguna a Lish o a sus familiares, ¿qué opinaba Lish de todo este asunto?, ¿veía justo que toda la fama se la llevara Carver?, ¿o se veía a sí mismo como un buen editor que había hecho un buen trabajo?

No sé a qué está esperando Hollywood para hacer una película de la relación entre Carver y Lish. Además ya tienen al actor perfecto para interpretar a Raymond Carver:


Soy John C. Reilly y me parezco mogollón a Raymond Carver. Yo también llevo patillas.

Yo no creo que todo esto quite mérito a Carver. Creo que lo importante es la obra en sí, no quién la haya hecho, si es por encargo, o si se hace con más o menos ínfulas de autoría. Aunque quizá lo más justo sea que, a partir de ahora, la contraportada de los libros de Carver cuenten un poco de su génesis.

Moraleja: amigos directores, realizadores, cineastas y/o autores, porfa, dejad de dedicar las películas y/o cortometrajes a vuestras familias y/o novias, porque le película no es sólo vuestra por muy de arte y ensayo que sea. Lo que me recuerda a unos compis míos de la uni que hace muuuchos años (ay, qué mayor que soy que ya puedo decir muchos años y quedarme los viernes viendo películas en lugar de saliendo por ahí) hicieron un corto que estaba dedicado a: nuestras madres, nuestras novias, a Godard, a Antonioni, a Bresson y a Kaurismaki.
En el fondo, hasta me parece tierno.

domingo, 4 de mayo de 2008

Se acabó Fama (snif, snif)

Mis tardes están vacías y carentes de sentido.

No sé si engancharme a "Cifras y letras" o a "Saber y ganar", con "Supermodelo" ya lo he intentado y es intragable, además de indescifrable porque los profesores son todos extranjeros y apenas se les entiende cuando hablan.

Y toda esta desazón, ¿por qué? Porque se ha acabado "Fama, a bailar", que llenaba mis sobremesas de funky, hip-hop, top-rock, break dance y portés. Vamos, de baile.

Me he enganchado tanto al programa que hasta he mandado mensajes para que ganara mi concursante favorita, Vicky. Aquí abajo la tenéis improvisando, ella solita, una coreografía:


Pese a que es un reality, donde se fuerzan los llantos de los chavales, existen nominaciones, expulsiones y la audiencia es mayoritariamente adolescente, "Fama" sobre todo es un programa sobre baile. Tanto que sus picos de audiencia se dan con las coreografías, y no con las partes de convivencia de los concursantes. Tanto que he llegado a oír por la calle a dos niñas muy pavas decir que Juan Carlos era "técnicamente", un gran bailarín. Juan Carlos, un ser que en cualquier otro reality hubiera sido crucificado, nominado y expulsado por borde, creído y mala persona. Porque era todas esas cosas, pero también un bailarín técnicamente muy bueno y eso es lo que ha pesado a la hora de llegar a la final. Porque "Fama" es el unico reality que he visto hasta ahora donde lo profesional ha superado a lo personal, es decir, la gente ha votado al mejor, no al más simpático.

Además de popularizar la danza entre las adolescentes "Fama" sirve para dar ganas de bailar. Yo llevo toda la vida diciendo que quería hacer claqué. Como llevo toda la vida diciendo que quiero tener los balcones de mi casa llenos de flores, aprender italiano y viajar a Grecia. Pero luego lo vas dejando, lo vas dejando, te olvidas de regar, se te pasan los plazos para la matrícula del curso, no encuentras amigos con fechas de vacaciones iguales a las tuyas y al final tus plantas están secas, sólo sabes decir "buona sera" y te vas de viaje a Barcelona o a Galicia, porque tienes amigos que viven allí.

Pero "Fama" me ha dado tantas ganas de bailar que me he apuntado a claqué. Me he comprado los zapatos, que valen una pasta. No he convencido a nadie para que se apunte conmigo. Soy la más nueva y la más torpe de la clase. Y aún así, pese a todos estos inconvenientes que en cualquier otro caso me hubieran venido de perlas para dejarlo, sigo yendo. Espero que la desaparición de "Fama" no implique que yo vuelva a mi pereza habitual al "uy, que llueve, paso de ir hoy" o al "uy, que voy a llegar tarde, pues entonces no voy", o incluso al "uy, que me tengo que cortar las uñas, mejor voy otro día".

Ayuda mucho que el profesor, Rafa, sea un tipo encantador, divertidísimo, que se ríe en medio de una coreografía y no porque se esté riendo de lo perdida que estás, sino por puro entusiasmo. A veces lleva unos zapatos deportivos dorados con suelas de claqué. Y aunque su nombre real sea Rafa tanto su página como su nombre artístico es, atención, rafastaire. Si en la próxima edición de "Fama" quieren añadir a un profesor de claqué y bailes de salón, él es su hombre.

Mientras llega esa anhelada nueva edición, con Rafa como profesor de claqué, creo que ocuparé las tardes con él, el único hombre tatuado que me gusta (si no contamos a Sergio Alcover, el profesor de street dance de "Fama").

Soy tan bello que quito el hipo. Y con barbita estoy monísimo.

En las últimas semanas nos han dado un par de premios nuevos. En realidad, debería decir menciones, porque no hay dinero en metálico (ni en ninguna otra forma) para el corto. Ganamos el premio del público en el festival de curtmetratges de Celrá en Girona y el segundo premio en el festival de la sala Aftasí, en Badajoz.